viernes, 19 de julio de 2019

El abucheo



Eso de abuchear o increpar a la gente está en general muy feo. También a los políticos.

Resulta desagradable, mayormente cuando los que te abuchean son tus propios amigos; porque si los que increpan son enemigos o contrincantes, la cosa se lleva con más soltura o incluso con dignidad.

Por ello (por el rechazo que los increpadores producen) es molesto observar la vehemente defensa del derecho a expresar y vociferar las discrepancias o desavenencias a “grito vivo” que tradicionalmente reivindica ese magma de formaciones políticas que orbitan alrededor de lo que alguien dio en denominar: "la izquierda divina".

Recuerdo cierto día en Barcelona unas imágenes infumables de diputadas y diputados que intentando acceder al Parlament de Catalunya eran rociados con bebida, escupidos, pintados con spray y tenían que soportar todo tipo de insultos y gritos. Los que insultaban, gritaban y escupían se autocatalogaban como “gentes de izquierda”, aunque realmente eran fascistas de la peor calaña. Auténtica morralla.
Ante esta situación vergonzante, una parte de los líderes políticos de movimientos de la izquierda independentista catalana justificaron esos sucesos utilizando como coartada la libertad de expresión de quienes formando parte de la sociedad sienten la necesidad de transmitir a los políticos su descontento…Aunque para ello tengan que llamar a alguien “Hijo de Puta” y escupirle en la cara. ¡Bonita libertad de expresión!

Ante uno de los abucheos más descarnados de los últimos años, (sufrido por Cristina Cifuentes) Pablo Iglesias, líder supremo de la formación “Podemos” justificaba y aplaudía la táctica del escrache y el abucheo como herramienta legítima. Dijo Iglesias que a él le hacía gracia que algunos partidos criticaran los escraches y los abucheos organizados a algunos políticos, al tiempo que afirmaba que esos abucheos habían conseguido democratizar los debates…Muy acojonante.

Por eso cuando algunos de su formación resultan abucheados por sus propios correligionarios, (como ha sucedido esta semana en La Rioja) tendrían que demostrar más cuajo (y tener anchas espaldas), porque cuando has mamado de las ubres del escrache y el abucheo organizado, lo menos que puedes esperar es que en algún momento la tortilla se de la vuelta; el abucheador termine abucheado y el “escracheador” … Acabe “escracheado”.