miércoles, 3 de junio de 2015

Con botellas de Viña Grajera

Aquella mañana “W” se encontraba trabajando cuando de pronto algo se meneó en su bolsillo. Era el teléfono móvil que sonaba y resonaba.
Dejó lo que estaba haciendo y contestó. Al otro lado, “T” un alto funcionario le preguntaba si sabía podar olivos.

Evidentemente sabía podarlos, y ante la respuesta rotunda, su interlocutor le mandó a una dirección concreta junto a la carretera que unía dos pequeñas poblaciones.
Una zona con algunas construcciones diseminadas, viñas, cultivos y casetas de aperos.

Le recibió en la puerta un señor de avanzada edad, al parecer familiar del propietario de aquella finca cercada. Le invitó a pasar al interior y enseñó los olivos, al tiempo que le explicaba la manera de podarlos que pretendía para ellos.
No había visto a aquel abuelito en su vida.

Mientras "W" se encontraba podando, apareció por la finca “Z” un técnico de la misma oficina pública ( al mando de "T") y en plena jornada laboral del mismo.
Por sorprendente que pueda parecer, venía a supervisar la poda (Un empleado público y en horario de trabajo) también a comunicar al podador que aquel trabajo lo iba a tener que hacer "por amor al arte"...Que no se preocupara, pues ya llegarían ocasiones de “otros trabajos” (mejor pagados supongo).

Terminó la poda, se despidió del familiar del propietario y nada más supo…Hasta que varios días más tarde, a su casa llegó un paquete.
Era un estuche de vino al que acompañaba un sobre apaisado, en cuyo interior en un tarjetón el propietario de los olivos (pongamos “X”) le agradecía la poda y reconocía "los servicios prestados" con un estuche de botellas de vino, de la bodega de todos.

Así que no lancemos campanas al vuelo por la muerte del cacique...La podredumbre del sistema no es cosa que se solucione eliminando a una sola persona. Tan tontos no somos.

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