Francisco Javier Garrido (Licenciado en Bellas Artes. Pintor)
¿Es posible ser pintor a título principal en España hoy en día, o es una utopía inalcanzable?
Si por ser pintor a título principal entiendes ser un pintor profesional, autónomo, que cotiza a la Hacienda Pública y está dado de alta en la Seguridad Social, y se dedica a la creación plástica y puede desarrollar su actividad a través de la realización de exposiciones, impartir clases, conferencias y de la obtención de premios en concursos nacionales de pintura y dibujo, después de 25 años te digo que sí. La utopía está siempre dentro del cuadro, de la propia actividad interna, que es la que más te exige.
En una sociedad como la nuestra, tan dada -en ocasiones- a las banalidades, ¿Crees que quien escribe un libro tiene derecho a ser llamado “escritor”, quien pinta un cuadro “pintor” y quien hace sonar un instrumento se puede considerar “músico”?
Eso no se lo cree nadie en su sano juicio. Ayer hice 90 kilómetros con la bici y por eso no me considero ciclista.
Las facultades, la sola vocación e incluso el talento no son suficientes para ser pintor. Es necesario entregarse en cuerpo y alma toda una vida, los días que te guste y los que no. Con viento a favor y en contra. Es una cuestión de necesidad vital, de entender la vida desde la creación artística.
Llevas décadas dedicado a la creación, tiempo en el que has recibido multitud de premios y armado un buen número de exposiciones. ¿Qué te queda por delante como pintor?
¡Por Dios! Te diría que todo, pero si te digo eso te estaría mintiendo porque he hecho bastantes cosas hasta ahora.
Me queda mucho, muchísimo afortunadamente. Cuanto más haces, más consciente eres de lo que te falta y te queda por hacer.
Estoy muy activo, con mucha energía. Tengo muchas cosas que decir y mucha ilusión por hacerlas. Estoy metido en muchas de ellas, pero me falta tiempo para hacerlas.
Nunca se sabe el tiempo que nos queda por delante, y eso crea a veces una angustia muy incómoda, un vértigo desagradable.
Fíjate en ese dibujo que Goya hace a los 81 años. Se autorretrata y al pie de su barbada figura de anciano pone las siguientes palabras: “Aún aprendo”. Eso es consciencia, ilusión y energía. Humildad no, que no hay artista humilde. Tenemos el ego muy subido.
Si en vez de ser pintor fueras político y gestionaras la cultura en esta tierra, ¿De qué manera apoyarías el arte y a los artistas en La Rioja?
No creo que haya que apoyar a nadie. Se empieza por escuchar a los que tienen algo que decir, preguntarles sus proyectos, interesarse por su trabajo.
No sólo salir en la foto de una inauguración, en el supuesto caso de que acudan a ella. Pero sobre todo tendría mucho cuidado en no dejarme arrastrar por aquellos que se dedican a hacer ruido.
En definitiva, haría un trabajo de campo, no sólo de despacho. Visitaría los estudios y lugares de trabajo de los artistas, en una actitud de servicio al que crea. Luego pondría los medios para que ese trabajo sea proyectado al exterior, con intercambios que sean fértiles para el artista riojano que sale fuera y beneficiosos para el espectador de La Rioja que recibe exposiciones de artistas foráneos.
Claro, todo esto lo digo desde mi vocación como pintor. Quizás los que están al cargo de la cultura no tienen esa natural predisposición y están ocupando un puesto por otras razones que desconozco.
Hay quien opina que si la cultura no se subvenciona desde lo público, no saldrá adelante. ¿Qué piensas al respecto?
Depende de lo que entendamos por cultura y por subvención. Si entendemos la cultura tal como la definió T. S. Eliot, con ese sentido amplio, universal, que la sitúa como algo anterior al conocimiento, como una propensión del espíritu, y una sensibilidad que da orientación a los conocimientos, la tarea y el deber del Estado es poner todos los mecanismos posibles para saber reconocer, gestionar y proyectar la labor y el talento de un científico, un creador o un pensador. Todo eso da la medida de una sociedad próspera, de un país desarrollado. Ahora, lo que nunca debe hacer el Estado es educar, adoctrinar y orientar el trabajo de los que están en la cultura. Muchas veces se han hecho tan mal las cosas, que los resultados ya los conocemos: la deriva en algo sectario y dirigido. Eso hace que, en este país, el mero hecho de juntar las palabras cultura y subvención huela mal.
Decía Picasso, probablemente con una pizca de soberbia, que “el pintor pinta lo que vende, y el artista vende lo que pinta. ¿Qué tienes que decir ante una frase tan demoledora?
Sinceramente no suelo hacer caso a esas frases hechas para llamar la atención, aunque tengan su parte de verdad. Picasso, que era muy ocurrente, tenía muchas frases de ese tipo. “Yo no busco, encuentro”, (esta sí que es pura soberbia). “Que la inspiración no te pille durmiendo, sino trabajando” (había épocas en las que pintaba 17 cuadros diarios), y otras frases por el estilo.
Ahora bien, el que empezó a hacer la diferencia entre un pintor y un artista, creó un serio problema que arrastramos hasta hoy. La figura del pintor está actualmente denostada e infravalorada, e incluso menospreciada por una sociedad que valora a ese imaginario artista calificado multidisciplinar, que hace bobadas con mucho ruido y bastante eco.
Yo me considero pintor, y decir eso ya es mucho. Pintor era Velázquez, pintor es Antonio López.
¿Cómo es posible que un pintor riojano con la calidad, prestigio y reconocimiento de Javier Garrido todavía no haya expuesto su obra en la Sala Amós Salvador de Logroño? ¿Se necesita algo más que calidad oficio y experiencia para que a un artista le inviten a exponer allí?
Eso habría que preguntárselo a los responsables de esa sala, a quienes a lo largo de varios años han gestionado y gestionan la cultura en La Rioja. Ellos ya saben quién soy yo, dónde estoy y lo que hago.
En el siglo XX muchos pintores figurativos se vieron abocados a renunciar a sus impulsos creativos para intentar seducir a un público que sólo tenía ojos para la abstracción. ¿Se ha superado ya esa etapa, o todavía hay quien desde la pintura anda buscando emular personalidades ajenas?
Esa es una cuestión que viene de lejos y que, según las épocas, se disfraza de una u otra manera.
No creo en la diferencia que separa figuración y abstracción. La pintura está por encima de esas consideraciones y, además, la naturaleza de la pintura es abstracta porque es la expresión esencial despojada de toda anécdota. “Nada más abstracto que lo real” dijo Morandi.
El propio Matisse, que era un pintor muy reflexivo, en una carta dirigida en diciembre de 1947 a André Rouveyre, ya hablaba de “esa moda que distingue entre lo figurativo y lo no figurativo”.
Esa controversia se ha renovado en los últimos tiempos con el discurso de la llamada pintura digital. Ya no se habla de abstracción-figuración. Ahora se margina a los pintores que nos manchamos las manos, en favor de aquellos que sólo crean a través de los procedimientos informáticos.
A fin de cuentas en todas esas interesadas distinciones subyace el mismo empeño: la proyección del advenedizo y del arrimado oportunista que no tiene talento para la plástica y se esconde en vías alternativas. Malo es el snob que lo aplaude y peor el político que lo subvenciona.
¿Dónde está la línea que separa el arte de lo que no lo es?
En la mentira, la trampa, el engaño. La frontera que separa el arte de lo que no es arte y pretende serlo se resume en una palabra: la verdad, entendida como honestidad. Cuando decides que ese concepto penetre en tu trabajo y sea regido por esa verdad, la exigencia es máxima. Eso supone una entrega que sólo se entiende desde la vocación. Es dar continuamente lo mejor de ti mismo.
Lo que no es arte es vulgaridad, trampa, engaño, todo este tipo de cosas a las que lamentablemente nuestra sociedad se está malacostumbrando.
El arte es un concepto abstracto que se materializa en una pintura, un poema, una partitura. Tiene un componente intelectual, un componente técnico y otro emocional. Los tres se proyectan al espíritu, al que ha de trascender. Cuando el componente mental prima sobre los otros dos, se convierte en algo cerebral. Cuando el técnico es el que se impone, deriva en virtuosismo. Y cuando es el emocional el que predomina no importa, porque la pasión nunca está de más.
Ahora bien, cuando sólo es intelectual no es arte, es teoría. Cuando es solamente técnica no es arte, es artesanía. Y cuando sólo es emoción no es arte, es sensiblería, sentimentalismo, la vulgaridad de la que hablaba al principio y que actualmente nos asfixia.
¿Si tuvieras que hacer un retrato de este blog en cuatro líneas, cuál sería el resultado?
Como decía Juan Ramón, que la palabra sea la cosa misma. En este caso lo diré en cuatro palabras: Comprometido, necesario, valiente y oxigenante.