lunes, 1 de agosto de 2011

Proclama por la naturaleza ante un selecto auditorio.


Me veo en la difícil tesitura de ofrecer una proclama a los presentes despistando -a ser posible- mi condición personal. Porque atendiendo a la Real Academia de la Lengua Española, una proclama ; “una alocución política o militar, ofrendada de viva voz o por escrito”. Puesto que lo militar me es totalmente ajeno (al tiempo que poco grato) , he elegido la proclama por escrito, principalmente para no caer en la política, tal y como sutilmente me han sugerido.

En general se podría decir que nuestra especie (el Homo sapiens) hace ya cierto tiempo que separó su devenir del de la naturaleza. Un proceso lento e inexorable, que se ha visto acelerado en los dos últimos siglos…Vertiginosamente en los últimos 50 años.
El ser humano ha pasado de ser parte del sistema natural a convertirse en el cáncer del mismo.
Cuando la humanidad elitista se atormenta pensando en las consecuencias de la crisis económica (que asola a las sociedades consumistas) , es también el momento justo en el que desaparece  la preocupación por el medio ambiente. Las crisis hacen que las prioridades varíen, que las administraciones vuelvan la cara y los recursos hacia otras partes. Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor -y también el medio ambiente- saltan por la ventana.
Llegados a este punto se podría pensar que en situaciones de crisis el medio ambiente se ve perjudicado,  por la merma de los recursos que se inviertían en su conservación. Sin embargo, nada más alejado de la realidad que este planteamiento, ya que es precisamente la crisis la que desacelera, ralentiza e incluso revierte los procesos de destrucción masiva de nuestro medio natural. A mayor crisis económica menor destrucción de la naturaleza . Hemos asistido en las últimas dos décadas en todo el mundo “desarrollado”…En España, en la Rioja -y en nuestra propia ciudad- al más asombroso de los despilfarros, con consecuencias nefasta para el planeta. Fiel reflejo de una orgía de ansias de mejora, que es innata a nuestra propia especie. Somos por naturaleza egoístas, ambiciosos e inconformistas. Es algo que está impreso a fuego en nuestro genoma. Y cuando el pequeño capitalista que cada uno de nosotros lleva dentro despierta…Nada se salva.Se han destruido bosques protegidos y espacios naturales únicos en aras de la urbanización sin sentido…Permitido la desaparición de especies… Fomentado el consumo irresponsable…Autorizado construcciones e industrias perjudiciales para el medio…Dilapidado miles de millones de euros (llegados desde Europa) en autopistas y redes de alta velocidad ferroviaria, ( que solo las élites pueden utilizar)…sepultando decenas de miles de hectáreas de terrenos productivos bajo el asfalto de polígonos industriales fantasmas…De aeropuertos tan inútiles como innecesarios. Todo ello en aras de un crecimiento que muchos añoran y al que quieren regresar.
Crecer, parece ser el camino, seguir creciendo y creciendo hasta reventar. Ese es nuestro destino. Siete mil millones de personas sobre el planeta quieren crecer y, además tienen derecho a pretenderlo, pero esa pretensión es un imposible, ya que los recursos solo permiten que unos pocos vivamos en la opulencia mientras la mayoría viven en“otra cosa”,que no sé si es peor o mejor que nuestro pretendido “Bienestar”…Pero me da la impresión de que es más sana y mucho más sostenible.
Todo lo argumentado hasta este punto, no es asumido por el sistema, ni por los políticos que lo gestionan…..Ni tampoco por los que los eligen para luego criticarlos. Nadie quiere meter la marcha atrás tomando la senda del decrecimiento sostenible.
Ni los que nos representan (ni mucho menos aquellos que los critican desde la inactiva mediocridad) , van a hacer nada por cambiar el sistema, por lo que tan solo una catástrofe podrá marcar el camino de regreso hacia el punto del que nunca debimos salir.
Yo me siento uno más. Víctima de esta sociedad que me ha cambiado… que ha devorado mi inocencia junto con buena parte de mis ideales. Otra pieza -perfectamente integrada- de un sistema, que sin darme cuenta, colocado como mi máxima prioridad la pretensión de garantizar el presente y el futuro de los míos, pero desde un planeamiento erróneo, que supone que voy a ser más feliz cuantos más bienes y dinero tenga.
Una auto-impuesta responsabilidad sobre el futuro económico, académico y social de mis hijos que me atenaza, me impide disfrutar plenamente de la vida, mientras miro con envidia a quienes – desde la otra parte del mundo- son capaces de vivir en armonía con su medio ambiente y en la infinita felicidad de saberse conformar con lo verdaderamente necesario.Para terminar quiero proclamar y proclamo, que no hay solución a esta crisis que no pase por la “marcha atrás” (y no estoy hablando de sexo).
Formamos parte de la naturaleza, por más que nos empeñemos en lo contrario.
Nuestro desarrollo desorbitado es inversamente proporcional a la conservación de nuestro planeta e incluso de nuestra especie.


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