Federica Montseny (destacada anarquista del siglo XX y ministra en el gobierno republicano del socialista Largo Caballero), definía el movimiento anarquista de una forma tan sencilla como contundente.
Para ella esta corriente política era “la ideología basada en la idea de organizar una sociedad sin Estado”. Definición que dejaba en evidencia la propia historia política de Montseny. La historia de una incongruencia manifiesta, porque los anarquistas no pueden formar parte de los gobiernos, ni tampoco sustentarlos, ya que su naturaleza es contraria a cualquier tipo de organización estructurada de gobierno.
Tal vez por ello, el protagonismo que ha adquirido el movimiento anarquista en las situaciones más delicadas de la historia contemporánea de España ha sido tan evidente como destacable.
Dejando a un lado los avances en derechos sociales y laborales que impulsó el “anarcosindicalismo” mediante la lucha obrera, la realidad es que la corriente política anarquista fue el elemento más desestabilizador para los gobiernos en España desde finales del Siglo XIX y hasta conclusión de la Guerra Civil.
Especialmente desestabilizadora fue su influencia en el periodo de la II República Española, en la que protagonizaron importantes disturbios en todo el país, principalmente en Asturias, Cataluña, Madrid y Andalucía, poniendo en jaque al gobierno republicano y dando argumentos a la derecha para cuestionar a la propia República como régimen efectivo para gobernar el país. Fueron los anarquistas quienes socavaron el proyecto republicano debilitándolo.
Una vez iniciado el golpe de Estado contra el régimen democrático de la II República, el Comité Nacional de la CNT designó cuatro representantes anarquistas para entrar en el gobierno republicano socialista, en una situación que para muchos de ellos era una fiesta revolucionaria, pese a que realmente se trataba de una guerra. Una guerra cuya escusa perfecta para la derecha golpista fue el propio movimiento anarquista y sus desmanes, en los que la derecha encontró sus espurios argumentos, generalizando como propias de todos los republicanos y socialistas la violencia que generaba una minúscula parte del movimiento anarquista. El franquismo se sirvió también de ello para justificar su régimen durante 40 eternos años.
Derrotada la República, atravesada la dictadura, superada la transición democrática e imbuida España en pleno siglo XXI, los anarquistas siguen creando inestabilidad en nuestro país, y la situación de conflicto que hoy se vive en Cataluña no les es ajena. Participan activamente de ella.
Como buen virus que se precie, el anarquismo necesita de cuerpos débiles sobre los que prosperar, y la situación de debilidad política que atravesaba el Gobierno de Convergencia y Unió presidido por Artur Mas en 2015 hizo cobrar un papel preponderante a los neo-anarquistas de las CUP ( Candidaturas de Unidad Popular) que pese a su escaso porcentaje de votos han tenido en esta última legislatura el poder de decisión en Cataluña.
La coalición contranatura conformada entre la derecha catalana y Esquerra Republicana, (denominada “Junts pel si”) no alcanzó en las últimas elecciones autonómicas catalanas el porcentaje suficiente de votos como para gobernar en solitario. Artur Mas se vió obligado a buscar el apoyo para su proyecto ( y su propia investidura como President de la Generalitat) de los diputados anarquistas de la CUP, que chantajearon a la coalición independentista hasta forzar in extremis la renuncia de Mas en enero de 2016, que colocó al frente de su proyecto a Puigdemont.
Una CUP que se autodenomina como "republicanos anticapitalistas", pero que realmente son sin lugar a dudas anarquistas, y que se sirven de su posición política en el Parlament para manejar a su antojo a la Generalitat de Cataluña.
La CUP toma el poder tras la llegada de Puigdemont y aprueba los presupuestos al mismo tiempo que fuerza la hoja de ruta para la ruptura con España, la celebración del referéndum ilegal, e incluso estuvieron a punto -hace unos días- de lograr que en un intento desesperado Puigdemont declarase unilateralmente la independencia de Cataluña. Como no lo consiguieron, le han dado un mes de plazo para hacerlo...La CUP gobierna.
Los anarquistas no descansan y como viene siendo tradicional desde hace más de un siglo tienen su centro neurálgico de actividad en Barcelona…En Cataluña. No cejarán en su objetivo de destruir el Estado.
La inestabilidad actual en Cataluña tiene su origen en la deriva nacionalista de una parte importante de la derecha catalana, en lo que se podría considerar como un acto reflejo; la respuesta a la intransigencia de un Partido Popular que se negó a respetar y reconocer los contenidos del nuevo “Estatut” impulsado por el PSOE en España y en Cataluña en 2006. Un “Estatut” de autonomía que otorgaba a este territorio derechos y reconocimientos que garantizaban su permanencia dentro del Estado, satisfaciendo las aspiraciones de todas las partes sin romper la unidad de España.
Por ello -por la conducta irresponsable del PP-, todo lo malo que de esta situación termine por acontecer será responsabilidad del Partido Popular. Pero no debemos olvidar, que un actor decisivo en esta escalada secesionista ha sido el movimiento anarquista, que fiel a su tradición finisecular es un elemento desestabilizador, generador de conflictos, y una amenaza constante contra el estado de derecho.
martes, 17 de octubre de 2017
Otra vez los anarquistas
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Política nacional
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Hola tete
ResponderEliminarQue duro que las ideas sobrevivan a las personas.
Después de todas las purgas, el anarquismo sigue vivo, que putada.
"Una guerra cuya escusa perfecta para la derecha golpista fue el propio movimiento anarquista y sus desmanes, en los que la derecha encontró sus espurios argumentos, generalizando como propias de todos los republicanos y socialistas la violencia que generaba una minúscula parte del movimiento anarquista."
¿Minúscula depende de que "región" de Egpaña no?
Saludos