lunes, 23 de abril de 2018

¿Dónde van los libros que no publicamos?


Los libros que escribimos y no publicamos entran en la categoría de los besos que deseando no damos, de los sueños que nunca alcanzamos. Proyectos nacidos de una ilusión que terminan en fracaso.

Un libro es en cierta medida como un hijo. Como tu propio hijo. Tras una larga preparación llega el día en el que recibes una llamada desde la imprenta en la que te avisan de que el fruto esperado va por fin a aparecer. Que te acerques lo antes posible porque están a punto de llegar del encuadernador.

Hay un momento especial para quien publica un libro – por encima de otros- y ese es el efímero instante en el que dentro de la imprenta te señalan el montón de cajas cerradas, coronadas por una que entreabierta deja adivinar su contenido.
Te acercas, metes la mano y sacas el primer ejemplar de tu primer libro publicado, o del último – eso da igual porque te pasa con todos -, y lo miras del mismo modo que cuando la comadrona te pasa a tu nueva hija –o hijo-. Ese momento es difícil de explicar. Hay que vivirlo en primera persona.

Lo complicado en este país – y supongo que en otros muchos- es conseguir publicar un libro sin que tengas para ello que embargarte, económicamente hablando. Afortunadamente siempre - excepto en una ocasión- he encontrado cómo conseguir publicarlos sin morir en el intento.

Dependiendo del tema, la extensión y el número de fotografías, la impresión en colores, la calidad del papel, de las cubiertas y el número de ejemplares, el coste puede ser prohibitivo.
Una novela, sin muchas páginas, con papel fino, cubiertas blandas y sin fotografías a color, con una tirada menor de 500 ejemplares puede costar cerca de 4000 euros editarla en una imprenta, y si nos vamos a publicaciones con papel “couche”, pastas duras, abundantes fotografías y entre 200 y 300 páginas (tamaño A4 ) te puede salir por más de 20.000 Euros. Son cantidades que no están al alcance de cualquiera.

Pese a ello, y por fortuna, en España se publican cada año decenas de miles de libros en formato tradicional, que recogen y hacen público el esfuerzo monumental que supone escribir uno de ellos y lo que no es menor…Conseguir que alguien lo publique.
Durante el pasado 2017 se registró un aumento de 7% más de títulos nuevos respecto al año anterior, lo que supone un total de 87.290 títulos.
Un 31% de ellos (es decir, más de 27.300 ) correspondieron a ediciones digitales, libros virtuales.
En lo referente a la temática los de infantil, juvenil y didáctica (libros de texto incluidos) fueron los más abundantes con un 20%.
En segundo lugar los libros de ficción con un 19%, y tras estos los de Sociedad y Ciencias Sociales un 16% . Después irían los de Medicina 11%, literatura y estudios literarios 8% , arte 5% y el resto de diversa temática.
Se calcula que la industria editorial facturó el pasado año cerca de 3.000 millones de euros y dio empleo directo -e indirecto- a más de 30.000 personas en España.

Pero dejando a un lado las grandes cifras, la realidad cotidiana de muchas personas que aspiran a escribir y publicar un libro es complicada. La alternativa más económica es el libro digital, virtual, electrónico o como se quiera llamar, que ya sabemos que no es lo mismo.
También la "autoedición" si se dispone de recursos propios o si se tiene la intención de poner el resultado a la venta, lo cual es una incierta empresa.
Por último queda la menos deseada, que no es otra que imprimir tu trabajo en una impresora y guardarlo en el cajón de los proyectos que nunca se hicieron realidad.

El primer libro que escribí (1.991) sufrió la peor de las alternativas. Con un trabajo importante de redacción y un monumental esfuerzo de recopilación de datos, descansa sencillamente encuadernado junto a los diez siguientes que tuvieron mejor suerte que él y terminaron publicados a papel; reproducidos en un total de 15.000 copias que andarán por estanterías, bibliotecas, cajas, trasteros o directamente en algún cubo de la basura.
Pero siempre en mi casilla de proyectos inconclusos – de espinas clavadas- estará ese primer libro que no fui capaz de publicar y cuya historia es tan común y repetida.
Al final de todo, lo verdaderamente importante no es publicar un libro, sino escribirlo.

Feliz día del libro.