Malos tiempos para el regionalismo.

Este año que acaba de comenzar va a ser el "decisivo" para el futuro de un partido político que fue importante para La Rioja durante 37 años y que tuvo una época dorada en la que actuó como bisagra de Gobiernos del Partido Popular y del Partido Socialista a nivel autonómico.

Una formación regionalista que ha dejado para la historia política de nuestra Comunidad Autónoma grandes nombres de mujeres y hombres con entereza política, esfuerzo y capacidad de diálogo como Elvira Borondo, Miguel Ángel Ropero, Miguel González de Legarra o Margarita Aldama, que marcaron épocas y estilos de hacer política. Cada uno a su manera.

Si tuviera que elegir a un político con verdadero empaque en la historia de este partido ese sería sin duda González de Legarra, orador incombustible y persona honesta, honrada y sensata como pocas, que por desgracia nunca vio recompensada su entrega y su capacidad con el premio de las urnas.

Muy al contrario, tuvo que soportar en minoría extrema al infumable presidente Sanz y a toda la caterva que le acompañó en sus mayorías absolutas. Pese a tal penitencia nunca se amilanó y le plantó cara con eficacia, coraje y una oratoria fina y documentada, de esas que ya raramente se escuchan por el antiguo convento de La Merced.

Resultó elegido en ocho congresos consecutivos como presidente del PR, también fue candidato a la presidencia de La Rioja en cinco ocasiones y diputado regional en cinco legislaturas.

El Partido Riojano (en sus orígenes Partido Riojano Progresista), nunca fue una formación que despertase grandes pasiones en La Rioja, y sus resultados electorales lo han situado habitualmente en el filo de la navaja, nadando siempre entre el 7 y el 5% de los apoyos.
En 2015 la suerte le volvió la espalda y quedó fuera del Parlamento de La Rioja por primera vez en su historia. Ese resultado encendió todas las alarmas. Algo tuvo que ver en esta circunstancia la aparición de los nuevos partidos ( Ciudadanos y Podemos) que unidos a los de siempre (PSOE y PP) no dejan ya espacio para el romántico regionalismo de un PR indefenso en mitad de la estampida.
Si malo fue el resultado y malo el escenario de 2015, peor se vaticina el que se van a encontrar este año según sondeos y teniendo presente la situación política actual, dónde a las cuatro candidaturas ya conocidas se le van a sumar otras dos que sin dudad van a recaudar votos; la ultraderecha reaccionaria de “VOX” y el partido “Equidad” por la dignidad del pueblo gitano.

Será muy difícil para el PR entrar en los Ayuntamientos de las cabeceras, casi imposible hacerlo en el de la capital y un milagro recuperar las posiciones perdidas en el Parlamento regional.

Pero si estas legítimas pretensiones se van a transformar en objetivos difíciles de alcanzar, qué podemos decir del anuncio expresado hace un par de días por el presidente de este partido, de concurrir a las elecciones nacionales. Conseguir un diputado en el Congreso es para el PR una empresa imposible, pues precisaría lograr entre un 16 y un 25% de los votos, cosa que nunca ha sucedido ni por asomo en ninguna cita electoral desde su fundación. Ni tan siquiera en los tiempos de Rodríguez Moroy (con un récor del 7,52%) o con González de Legarra en 2003 (con el techo de voto en 11.842 sufragios) se hubieran acercado -ni de lejos- al objetivo, por lo que puede parecer un delirio presentar candidatura a las generales.
Pero por muy descabellado que se antoje, es una estrategia inteligente al tiempo que obligada. No les queda otra opción que hacerlo si quieren tener alguna presencia en los medios, ya que la alternativa pasaría por colocarlos durante toda la campaña en el más absoluto anonimato, y sus escasas posibilidades menguarían todavía más de cara a las autonómicas y municipales.

Por todo ello, hay que interpretar el anuncio del Partido Riojano de presentarse a las generales como lo que es; un intento desesperado por evitar que se repita el desenlace de 2015, algo que si finalmente sucede podría suponer la desaparición de un partido que durante más de tres décadas supo hacer virtud de su mayor defecto…La indefinición ideológica.