El movimiento ecologista a nivel internacional, europeo y por supuesto español lleva más de 50 años advirtiendo de que el calentamiento global, derivado de la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, terminaría transformando nuestro clima y produciendo un aumento desmedido de la temperatura en el planeta, qué pondría en serio riesgo la vida de millones de personas en determinadas partes del mundo.
Algunos incluso nos hemos pegado más de 30 años de nuestra vida, difundiendo esta y otras profecías ambientalistas (con base científica contrastada) en emisoras de radio, conferencias, colegios, y en los medios de comunicación que afortunadamente nos han querido dar espacio. Siempre con la sensación de que fuéramos acólitos de una secta a los que en el mejor de los casos se les abre la puerta para oír sin escuchar.
Al
más puro estilo de los vendedores de enciclopedias de los años setenta, hemos peregrinado
mendigando a las administraciones un mayor impulso a la generación de energía
limpia, y el cierre de centrales térmicas, de ciclo combinado, nucleares, al
tiempo que un impulso decidido a los vehículos eléctricos reduciendo las
emisiones a la atmósfera de empresas y sistemas de transporte.
Como ciertamente nadie con capacidad y poder nos hizo el menor caso, nos encontramos hoy en un camino que ya no parece tener muchas posibilidades de retorno, y si lo tiene mucho me temo que no lo vamos a ver nosotros ni nuestros hijos, ni tampoco los hijos de sus hijos.
El clima irá transformando nuestro planeta año tras año, dibujando una evolución que ya se ve claramente caminando hacia un desastre climático, que en condiciones normales tendría que haber tardado varías decenas de miles (o cientos de miles) de años en llegar.
Y este problema que ya es incontestable tiene muy difícil solución , pero no porque las medidas que algunos proponen (de reducción de emisiones a la atmósfera, reducción del consumo de carne, o aumentar la generación de energía renovable hasta que sea posible prescindir de la quema de cualquier combustible fósil, ahorro energético, imposición de severas medidas contra el despilfarro), no vayan a ser efectivas. No...Aunque podrían ser muy efectivas si se ponen en marcha inmediatamente.
Sencillamente no funcionará a no ser que cambiemos la condición humana, que es hasta tal punto inconsciente e insolidaria, que aquellos que se propongan de una forma decidida plantar cara al egoísmo humano, (también conocido como “progreso”) fracasarán por la oposición de la turba.
De esta emergencia climática solo se saldrá de una manera . Decreciendo. Retrocediendo. Renunciando. Repartiendo.
Y para comprender hasta que punto es terca la condición humana, baste
recordar que hasta hace cuatro días estuvo gobernando el país más importante
del planeta, y uno de los más contaminantes, un individuo (Trump) que no solo negaba la
evidencia del cambio climático y aumentaba sus emisiones, sino que tenía detrás
a una legión de personas (74 millones) que eran de la misma opinión. Un
ejército similar al que podemos encontrar en cualquier parte del
planeta; personas que más allá de gritar vivas a su país,
no tienen ni han recibido la más mínima educación ética y ambiental, tan
necesaria para percibir que estamos abocando al planeta al más absoluto
de los desastres como no cambiemos. A la aniquilación de miles de millones de personas y miles de
especies de fauna y flora.
Mientras unos piensan en conservar sus privilegios y sus beneficios, tal es el caso de las compañías eléctricas y grandes empresas contaminantes, otros se sienten satisfechos con tener su pequeña parte del pastel para comérselo hoy, y poco o nada les preocupa lo que pase mañana. Luego están "los guais”, los que abanderan nuevos mundos homeopáticos, en los que al parecer las uvas se estresan si ven en el horizonte placas solares. Los que dicen que van a perder más o menos clientes por poner el aire uno o dos grados más alto, o los que se quejan de la sequía que ellos mismos llevan años favoreciendo con sus modelos insostenibles de producción. Hay incluso personas que les molesta mucho que tengan que ponerle puertas al ZARA (para que no se vaya el aire acondicionado) y no les importa lo más mínimo que este planeta , con todos nosotros dentro, vaya camino del vertedero.
Y mientras otros muchos se revelan contra el estado opresor por no dejarles utilizar maquinaria peligrosa a más de 40ºC en plena ola de incendios, tampoco faltan los que no comprenden que la administración prohíba el paso de gente a espacios naturales delicados ante el riesgo de una alerta de riesgo extremo por incendios...Esos mismos que luego serán los primeros en quejarse y criticar a la administración si hay un incendio y todo queda reducido a negras cenizas. El catálogo de "los guais" es interminable, y cuando alcanzamos tal nivel de exquisitez argumental no hay nada que hacer…Tan solo levantar los brazos y rendirse.
También están los que se quejan de cualquier medida que se proponga desde los gobierno para frenar este desastre ambiental. Piensan que se adoptan por capricho y que son ocurrencias de descerebrados. Se quejan de todo. De una cosa y de la contraria. Si llueve porque les molesta la lluvia para sus planes particulares y si deja de llover porque hay sequia.
Por último están los más peligrosos, los que desde dentro de los propios gobiernos no solo se niegan a trabajan por invertir la situación, sino que incluso desde la mayor de las irresponsabilidades se revelan insumisos ante quien proponga una solución, llaman al incumplimiento de las normas legales fomentando con ello la delincuencia y abocando a nuestra sociedad a un panorama desastroso.
Yo me rindo. ¡Pero no te desanimes!... Este es el verano más fresco y lluvioso de lo que te queda de vida. Disfrútalo bebiéndote un buen vino de uvas desestresadas, con el aire acondicionado en casa a 20° y una rebequita puesta, consumiendo mogollón de energía sucia generada por la quema de gas ruso o argelino, mientras te quejas del precio de la luz y colocas en tu balcón una pancarta para que no se autorice ningún huerto solar cerca de tu pueblo... Y mañana le pedimos al párroco que saquen en procesión a Santa Bárbara a ver si llueve.
Pese a nuestra arrogancia como especie, somos a la historia de la tierra (4.500 millones de años) tan insignificantes como lo es un tirafondo colocado al lado de la torre Eiffel. No somos nada. Desapareceremos sin dejar rastro (junto a los miles de especies de fauna y flora que estamos masacrando) y el planeta seguirá su eterno camino sin que quede el menor vestigio de nuestra existencia. Y para desazón de nuestro orgullo humano, el destrozo ocasionado será bastante menor que el de aquel meteorito que colisionó junto a la Península del Yucatán hace 65 millones de años, y que pese a toda la inmensa destrucción que generó, la vida terminó abriéndose paso en el planeta. Nuestra herida va a ser mucho menor. Nuestro cambio climático pasará y la vida volverá a florecer en La Tierra.
Con lo que sí vamos a terminar (de seguir por este camino) es con nuestra propia especie, y lo haremos antes de lo previsto. Extinguirnos siempre ha sido el único camino disponible. Figuraba en la hoja de ruta, aunque no tan pronto.
Mientras esperamos a que ese día llegue, (el de nuestra desaparición), habrá que estar muy vigilantes para que nadie nos ponga cerca parques de producción de energías renovables, aunque para ello sea necesario seguir emitiendo Co2 a la atmósfera, quemando combustibles fósiles, poniendo la calefacción a 27ºC (para poder ir por casa en calzoncillos en enero), reabriendo centrales nucleares si es preciso.....O tengamos que llevarnos la DOC a Noruega…Porque aquí no crezca ya ni la grama.