domingo, 3 de noviembre de 2013

Mientras cada fin de mes llegue Emilio.



El otro día mantuve una interesante conversación con un profesional de la comunicación. La sustancia nuclear de la misma gravitaba sobre la situación de la prensa en esta Comunidad, que es crítica…Límite diría yo. Como un cuerpo que se encuentra debilitado y, los virus hacen su agosto atacando con virulencia al enfermo. En nuestro caso el cuerpo es la prensa y los virus ya se pueden ustedes imaginar.

Debatíamos sobre la conveniencia de abusar de determinados temas en los medios de comunicación. Sobre la oportunidad de lanzar a los lectores (oyentes o espectadores) contenidos enlatados y sin ningún interés; repetidísimas odas al partido en el gobierno y a sus representantes, así como entrevistas insulsas vertidas con el único objetivo de dar cumplida respuesta a la dependencia económica creada por el servilismo político.

En esta materia - como en cualquier otra- todas las opiniones son legítimas, pero no por ello deja de ser imprescindible argumentar cada postura. No se puede vivir subyugado al caciquismo porque sí. ¡Habrá que argumentarlo!

Cuando “fuerzas” a alguien oprimido, a que construya un edificio argumental sobre los inestables lodos de su propia vejación profesional, el resultado no puedes esperar que sea éticamente comestible…Resulta muy complicado justificar una traición a la esencia de tu propia profesión.

Todos tenemos hipotecas que saldar, hijos que alimentar, libros que pagar. No por ello damos por bueno que para lograr esos ineludibles objetivos, tengamos que tragar con carros y carretas. Existen alternativas.

Los trabajos – las profesiones- en ocasiones presentan inconvenientes que se nos pueden antojar insalvables. Cuando uno se encuentra en la dura encrucijada de elegir entre hacer bien su trabajo o dedicarse a otra cosa, la situación es límite. Aunque siempre queda una tercera vía, la de no hacer ni lo uno ni lo otro, - es decir tragar-. Pero quién elige esta tercera vía ha de saber que su opción no es la única posible. Porque hemos llegado a un extremo en el cual muchos han interiorizado que los medios de comunicación solamente pueden subsistir gracias al subsidio del Partido Popular, espuria y directamente desviado del dinero público de todos y, aún encima, teniendo por ello que pervertir, (manipular o directamente ocultar) la realidad por una servidumbre añadida que obliga – no solamente- a cantar odas a quién te lleva el dinero a casa, sino también a matar a sus oponentes.

Me decía este amigo: “Mira Jesús, a mí me dan igual los oyentes, los lectores y los espectadores, mientras cada fin de mes llegue Emilio Del Río a pagar la propaganda”... Ante este tipo de argumentos, poco se puede decir.

Terminamos en este punto la conversación y cada cual siguió su camino. No sé lo que pasaría por su cabeza mientras se alejaba, pero yo no dejaba de pensar en que si llego yo (un político) a decir eso de que: “me da igual todo mientras me paguen el sueldo”…Me crucifican en la plaza mayor.

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