Los partidos políticos son el reflejo de la sociedad de la que se nutren.
En la derecha la disidencia siempre se castiga y en la izquierda – en ocasiones- se valora como síntoma de inconformismo y deseo de progreso.
El problema surge, cuando la disidencia interna se convierte en inquina y maledicencia.
Me parece preocupante la nueva tendencia de algunos y algunas dentro del Partido Socialista, a considerar como algo “meritorio” el ejercer un ataque visceral contra el propio partido y sus integrantes.
No me refiero a una disidencia ideológica, programática o política, que es lo más sano y deseable para una formación política….Me refiero a quienes movidos por sus fobias, (por sus frustraciones personales), o por su ambición desmedida colocan la coherencia en el suelo, y de forma perversa alientan y promocionan el enfrentamiento y la descalificación.
No es meritorio para un socialista difamar públicamente al PSOE ni calumniar a sus militantes ni a los dirigentes elegidos democráticamente por ellos. Por el contrario es absolutamente rechazable, y mucho más cuando se origina desde dentro.
Cualquiera que lo haya hecho no debería ser bien recibido, a no ser que haya ofrecido disculpas, supere una cuarentena y demuestre propósito de enmienda.
el pasado sábado me contaron que un joven riojano tornaba buscando el regazo del PSOE. Precisamente alguien que llevaba cargando inmisericorde contra el propio partido más de tres años, y que tras abrazar las tesis de lo que David Roberts vino a calificar como “la postverdad”, terminó diluido dentro del magma que bulle en las redes sociales. Una amalgama que como único objetivo tiene la usurpación del lugar predominante que el PSOE ha ocupado, ocupa y va a seguir ocupando en la sociedad española.
Su incontenida adicción a cargar contra el PSOE en esas mismas redes sociales le colocó en el punto de mira de aquellos a los que genérica e indiscriminadamente insultaba cada día. No es de extrañar.
Es evidente que muchos progresistas han abandonando el regazo del PSOE para nunca volver. Viene sucediendo desde 1982. Lo que desde el punto de vista de la ética y la coherencia no tiene reproche alguno.
Es muy lícito renegar de unas ideas, no compartirlas, e incluso ser mordaz descalificando aquello que detestas y con lo que no coincides. Un aplauso para quienes toman ese camino y se abrazan a otra fuerza política (o a ninguna) y expresan su disidencia con libertad.
Cosa muy distinta es cuando de golpe y porrazo, das un giro de 180 grados y tus aspiraciones pasan ahora por encontrar acomodo en el PSOE, pero sabes que eso es incompatible con un pasado de opiniones del que te avergüenzas.
Y tanto (y tan profundamente) se avergüenzan algunos de sus palabras, que han sido capaces de eliminar tres años y ocho meses de su historial en twitter, para que no quede constancia de sus ataques desmedidos y de su manifiesta inhabilitación para representar a un partido al que ahora pretenden asesorar.
Pero hay que dejar claro que aunque sea posible borrar casi cuatro años de oprobios en twitter, es imposible acabar con la memoria de quienes los hemos leído.