El pasado sábado, a las puertas de la sede central del PSOE en la madrileña calle de Ferraz, una turba de periodistas aguardaba, micrófono en mano, la llegada de los diferentes líderes territoriales con peso dentro del Partido Socialista Obrero Español.
En la acera contraria, decenas de militantes de la formación política, ataviados con banderas socialistas y de España. También con carteles de apoyo al secretario general, Pedro Sánchez. De pronto Don Emiliano García Page, presidente de Castilla La Mancha, asomó el morro por la acera rumbo a los medios de comunicación. Los militantes socialistas, que hasta ese momento habían dado muestras de apoyo al partido, a los barones y a Sánchez, comenzaron a abuchear al castellano manchego, pidiendo su dimisión y llamándole “sinvergüenza”. El ensordecedor vocerío que llegaba desde la acera de enfrente, hacía difícil la intervención de Page ante los micrófonos de los periodistas. Cuando una de ellas le preguntó por su opinión respecto de aquellos gritos, él simplemente dijo: “piquetes domésticos.”
El pasado mes de febrero dejé de formar parte del Comité Federal del partido socialista. Pero en las 5 o 6 ocasiones a las que pude asistir antes de ser retirado, disfruté muchísimo con las intervenciones de Emiliano García Page. Es un político camaleónico, con el don de convertir en virtudes los defectos. Una especie de alquimista.
Emiliano no puede transformar el plomo en oro, pero es muy capaz de
convertir la “prudencia inducida” en una virtud. Porque allí donde lo ven,
mientras el día anterior (incluso minutos antes) se despacha ante las cámaras, de
una forma irreverente y despechada contra el secretario general de su propio
partido, (con declaraciones y exabruptos dignas de cualquier líder de un
partido de la oposición), cuando llega la hora de salir a la tribuna, delante
de los 300 miembros del Comité Federal, se transforma en una persona más cabal
y responsable en sus declaraciones. En alguien que mide muy bien sus palabras
para decir sin decir…para atacar sin que parezca que ataca. Para sugerir sin
que se note que sugiere. Transmuta sus exabruptos ante las cámaras, mostrándose
incapaz de repetirlos ante sus compañeros de partido. Es un actor que se amolda
a su público. Da a cada uno lo que necesita. Un líder con incontinencia verbal,
que cuando pasa por Ferraz busca expiar sus excesos y, fuera sufre de amnesia.
Las formaciones políticas están formadas por personas, por tanto, son fiel reflejo de la sociedad de la que se nutren. Emiliano García Page estaba muy acostumbrado a decir lo primero que se le venía en mente, en contra del partido socialista, de su directiva y de su militancia, sin recibir respuesta ninguna. Pero esto se ha terminado. Fue en el propio Comité Federal del pasado 5 de julio, donde Page se encontró con la horma de su zapato, en forma de ministro de transportes y hostias en toda la boca. Puente le dijo lo que muchos piensan en el partido socialista; que es un desleal, derrocha hipocresía y, que sus declaraciones, cuando van contra el partido y sus propios compañeros… son inapropiadas y vergonzantes.
De pronto, el bueno de Emiliano, se dio de bruces con una realidad que permanecía silente. Con Oscar Puente. Y ha quedado noqueado. Como diría el mismísimo Montoya, ahora es “un hombre dolorido”. Desorientado como quien recibe una hostia que ni ha visto venir, ni de quién partía. Puente ha sido el barquero que le cantó las verdades. El que señaló su soledad y su falta de coraje para presentar una alternativa a Pedro Sánchez.
Pero para mí, lo más trascendental es que Puente ha terminado con una situación que era tan asimétrica como injusta dentro del PSOE. Hasta ese momento una minoritaria minoría, podía decir las barbaridades que se le venían a la cabeza en cada momento, mientras la mayoritaria mayoría tenía que callar por responsabilidad y aguantar en silencio dichas barbaridades, como si fuesen hemorroides. Pues eso se ha terminado, aquí o cantamos todos o nadie canta. Y como él no se va a callar...