Uno de los animales más fascinantes de la fauna mundial es el Tigre (Panthera tigris), que tras la constante transformación de los hábitats en sus áreas originales de distribución (y la persecución indiscriminada), se encuentra en peligro de extinción.
Se calcula que en los últimos 200 años, el Tigre ha desaparecido del 90% de las zonas que ocupaba en el continente asiático. Un ámbito en el que sus poblaciones eran homogéneas, tanto en el subcontinente indio así como en la porción más oriental de Asia (China), incluidos buena parte de los bosques siberianos del extremo este. Hoy en día esas mismas poblaciones se ven altamente fragmentadas y aisladas entre sí.
Podemos encontrar todavía Tigres de Bengala en India, Bután, Nepal, Bangladesh y Birmania. Esta es la subespecie más abundante aunque es posible que entre todas estas ubicaciones no se superen los 2000 ejemplares.
También existen otras cuatro subespecies en libertad, aunque con poblaciones mucho menores.
El denominado “Tigre de Amur”, subespecie “altaica”, habita una reducida porción de los bosque rusos, en el extremo noreste de Siberia, frente a las costas de Japón. Este fascinante y gigantesco animal es protagonista en la célebre novela “Dersú Uzala” del escritor y naturalista Vladímir Arséniev. Una joya de la literatura rusa, que fue incluso trasladada al cine por Akira Kurosawa en 1975, convirtiéndose en una película imprescindible para entender la magia que "Amba" -el Tigre- imprimía en los correosos corazones de los cazadores, en la taiga siberiana. Una maravilla.
De esta mítica subespecie se calcula que sobreviven entre 300 y 500 ejemplares y es la de mayor tamaño, pudiendo alcanzar un macho adulto más de 350 kilos de peso.
Dos subespecies más -de este formidable felino- sobreviven en Malasia y Sumatra.
El conjunto de la población mundial (sumando las subespecies de Bengala, Amur, Malaca, Indochina y Sumatra) no superarán los 3700 ejemplares.
Varias subespecies se han extinguido, todas ellas por acción directa del hombre mediante su caza, y todas ellas desaparecidas en pleno Siglo XX. La más significativa por lo singular de su distribución fue la “virgata” o “Del Caspio”, presente en una franja que afectaba a países como Turquía, Irán, Afganistan, Irak, Rusia y China. Llegando hasta las costas del Mar Negro, en las puertas de Europa.
Proponerse ver un Tigre -y conseguirlo-, no es tarea fácil. La mejor opción puede ser visitar algún parque nacional de la zona y entre los disponibles yo destacaría el de Royal Chitwan en el extremo Sur de Nepal, entre la cordillera de los Himlayas y la frontera con India. Un espacio fascinante y desabitado, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Con una superficie de 1000 kilómetros cuadrados, presenta amplias zonas pobladas de bosques claros bajo los que se puede caminar , así como sabanas interminables, y también ríos y aguazales infinitos en los que la fauna bulle.
En Chitwan podemos encontrar cocodrilos de cinco metros de longitud, elefantes, manadas de ciervos, espectaculares rinocerontes así como centenares de aves, pero por encima de todo ello es un lugar inigualable para acercarse al Tigre.
Entrar legalmente al parque supone gestionar algunos permisos en la oficina gubernamental y pagar unas tasas, para luego acceder a determinadas áreas frecuentadas por el público en general, que no son precisamente las mejores para intentar contactar con el gran felino. Si quieres acercarte al Tigre hay que buscarse la vida.
Llegar al Parque Nacional desde Pokhara o Katmandú es una odisea, atravesando carreteras infernales que te destrozan la espalda. La mejor opción es acceder desde India. Desde la mítica ciudad de Benarés la carretera de acceso se puede catalogar como “normal”, y pese a las 12 horas de viaje, una vez cruzada la frontera a Nepal lo primero que sorprende es el fantástico estado de las mismas en esta zona sureña del reino de las montañas.
Llegados a la pequeña y dispersa población de Sauraha, cabe la posibilidad de "seducir económicamente" a algún guía local, que esté dispuesto a adentrarse (armado con un triste palo) en los inmensos herbazales para recorrer el Parque tras las huellas del Tigre.La experiencia de atravesar estos espacios desde la salida del sol hasta su puesta es agotadora por la suma de la alta humedad y el sofocante calor, pero merece la pena.
En mitad del bosque, junto a las orillas o en las sendas entre zonas inundada, aparecen las inconfundibles huellas de los tigres; machos, hembras y juveniles, y a cada paso que das no puedes evitar pensar en si alguno de estos fascinantes animales estará observándote entre la maleza.
En Chitwan es posible contactar con los tigres como en pocas partes en el mundo se puede hacer; simplemente caminando y dejándote llevar a través de sus bosques y pantanales. Entrar en sus dominios es sinónimo de sugestión máxima. La extraña sensación de dar cada paso sin otra cosa en la mente que la posibilidad de tropezarte con el felino en la siguiente curva.
Un espacio natural impresionante a caballo entre dos de los países más fascinantes del planeta.