Son tan solo las 9:00 de la mañana, pero el termómetro marca ya 22 grados en mitad de la población navarra de Falces.
Aprovechando la sombra que proyecta un pequeño edificio, he instalado el trípode con la cámara y el telescopio. Me encuentro a la espera de que mamá buitre llegue a dar de comer a su polluelo. Quiero sacarle unas fotografías a un nido singular. Único más bien.
En una misma repisa de unos 3 m de longitud, están criando una pareja de buitre leonado y una de cigüeña blanca. Pegados. Dos nidos fundidos en uno, de dos especies que nunca se habían visto en semejante situación de cercanía extrema. Cuatro polluelos tienen las cigüeñas y uno los buitres. Las fotos son para un artículo de la revista Vulture News.
De pronto, escucho una voz que me dice: “por ahí me descolgaba yo atado a una cuerda” …Se trata de Félix, un curtido agricultor de Falces, que ha madrugado bastante para recolectar frutos de su huerta evitando el calor y, ya está de regreso a casa de su hija, dispuesto a hacer la primera descarga.
Me da un puñado de ciruelas, que según él son de
la clase “cerezaciruela” y mientras me las voy comiendo me cuenta que él, junto
con dos amigos, hace ya 67 años se descolgaba desde lo alto de los acantilados de enfrente, a expoliar huevos de rapaces. También de córvidos.
Corría el 1957 y, mientras que al otro lado de
los Pirineos (o en Estados Unidos) la economía y el progreso florecían, aquí la
España negra del franquismo impulsaba campañas públicas para matar “alimañas”.
Félix, con tan solo 15 años, ponía su vida en las
manos de dos amigos de la misma edad, que eran los que sujetaban el otro
extremo de la cuerda, por la que él se descolgaba acantilado abajo, en busca de
huevos o polluelos.
Reconoce que se pagaba más por los pollos, pero
tampoco estaba mal lo que le daban por cada huevo de águila, halcón, cernícalo
o cuervo.
Recuerda Félix que lo que más caro le pagaban
eran los pollos de “águila”. No sabe decirme si eran 50 o 30 pesetas, pero por
ahí andaba la cosa…. De lo que sí tiene el recuerdo perenne es de lo que le
daban por cada huevo de urraca (picaraza), 6 pesetas.
Si tenemos en cuenta que en cada nido las urracas
depositan entre 5 y 8 huevos, Félix podía sacar en un buen nido casi 50 pesetas,
que en aquellos años era un dineral. Y, además, las urracas hacen sus nidos en
árboles (en ocasiones árboles bajos), por lo que el riesgo a asumir era bastante
menor que el que suponía deslizarse por un cortado con una soga atada a la
cintura.
Los huevos expoliados los entregaba en el
Ayuntamiento de Falces, allí es donde se pagaban y donde el secretario, u otro
funcionario del ayuntamiento, procedía a su identificación y a su posterior
destrucción, introduciendo para ello, la punta de una tijera en cada uno de los
huevos.
Enrique torres, en un interesante artículo, publicado en Diario de Navarra el 13 de noviembre de 1958, calcula que solamente entre 1954 y 1957, las denominadas Juntas Provinciales de Extinción de animales Dañinos y Protección a la Caza, subvencionaron la matanza de más de 100.000 animales en España, considerados como “alimañas”.
En los cuatro años que van de 1954 a 1957 los animales aniquilados fueron:
Lobo Ibérico 688
Zorro 11.662
Garduña 38
Gato montés 1.051
Gineta 1.209
Lince
ibérico 55
Nutria 44
Tejón 350
Turón y
otros mustélidos 1.305
Lirón
careto y gris 234
Aves
rapaces 7.270
Urracas 17.270
Otros córvidos 5.274
Culebras,
lagartos etc. 9.543
A las que hay que añadir 56.000 pollos, huevos y nidos de los considerados “animales dañinos” que fueron destruidos, o sea, un total de 113,413 alimañas eliminadas, a una media de 28.353 por año. Algunos cadáveres de estos animales ofrecían productos aprovechables a sus captores. Por cada piel de lobo se llegó a pagar 5.000 pesetas en Santander, en 1957. Estos cazadores de “animales dañinos”, percibían diversas cantidades en concepto de premio. Así, también se abonaban 1.500 pesetas por loba; 1.000 por lobo; 300 por lobezno; 100 y 50 por zorro adulto, y 50 por crías de zorro.
Aunque el montante oficial de animales masacrados entre 1944 y 1961 en España supera ampliamente los
655.000, no deja de ser una cifra que sin duda se queda escasa, si tenemos en cuenta los
ejemplares no contabilizados ( ya que solo 22 provincias constituyeron oficialmente su junta provincial), ni los que murieron a cuenta del uso sistemático e
indiscriminado de veneno a lo largo y ancho de todo el país. Algo que pudo
elevar la cifra por encima de los 4 millones de animales, según algunos
autores. Todo ello alentado por el decreto franquista de exterminio promulgado el 11 de agosto de 1953, conocido como la "ley contra alimañas".
A sus 82 años, Félix me dice que la vida ha
cambiado mucho. Que ahora se protege a los animales y, a él, le parece muy bien que
así sea.
Recojo el trípode con el telescopio y la cámara. Me vuelvo para Calahorra pensando en si realmente la extraordinaria
biodiversidad de nuestro país está a salvo, o vendrán malos tiempos para la
lírica.
Los tiempos malos para el Lobo ibérico ya están aquí de nuevo.
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