Los fascistas y el circo de Intereconomía

El entramado fascista que se arremolina alrededor de los que se autodenominan "izquierda abertzale", intentó hacer callar a un periodista que decía la verdad.

Se daban cita 63 ex-presos de la banda terrorista ETA para dar lectura a uno de esos comunicados tan vacuos como absurdos; piezas recurrentes y cansinas de la terminología batasunera, que vienen repitiéndose palabra a palabra durante décadas.
Cuando ya habían terminado su perorata, pretendían no dejar hacer preguntas a los periodistas (al más puro estilo Rajoy) , pero les pilló por sorpresa eso de que un periodista se levantara para escupirles la verdad más descarnada en toda la cara. Un periodista que les ponía sobre la mesa sus 309 muertos; personas inocentes asesinadas por tener un pensamiento diferente al suyo - o distinto lugar de nacimiento- . Muertos que brillaban como el oro ante el discurso hipócrita y mezquino de sus asesinos; un coro de individuos que ni pidieron perdón ni mostraron el menor atisbo de arrepentimiento.

Pero por muy verdad que fuera lo dicho, Cake Minuesa no deja de ser un periodista de esos que no ejercen el periodismo con honradez, porque su gesto -lejos de ser espontáneo- no dejó de ser una pose pagada y patrocinada por su cadena de televisión (Intereconomía).
Un tío que llega a Euzkadi, monta el numerito y se larga de vuelta para Madrid, a recoger sus laureles no es tan de loar. El mérito verdadero sería que lo escupido ante los presentes manase de alguien de la tierra. Pero eso en Euzkadi todavía no es posible, lo cual ya dice bastante de la poca libertad de expresión – y el mucho miedo- que todavía persiste en esas tierras.
En cualquier caso, el periodista se saltó la norma ante los “señores asesinos” de ETA, que ya están en la calle por haber cumplido sus condenas conforme a la ley (y así ha de ser, porque no hay otra manera), pero a los que el Estado no puede permitir el más mínimo gesto de reconocimiento u orgullo por sus antecedentes. Unos asesinos que han de ser vigilados con especial celo y sobre los que hay que aplicar la ley al menor atisbo de enaltecimiento del terrorismo etarra.
Hace unos años, el futuro que le esperaría a Minuesa sería un tiro en la nuca, administrado por uno de ellos -o de los que estaban en la sombra-. Es algo que no conviene olvidar. Porque nada ha cambiado en el pensamiento de todos aquellos fascistas que justifican (con la defensa de un ideal político) el asesinato, la extorsión o el soborno. Esos mismos son los que posaban para la foto (cual coro de ópera o equipo de fútbol) o los que les apoyaron para que terminaran en la cárcel.

Los que fueron fanáticos asesinos (que ahora leen comunicados) no dejaron de matar porque comprendieron que estaban equivocados, sino porque los cazaron y metieron en la cárcel las fuerzas de seguridad del Estado y la Justicia.
Tampoco conviene olvidarlo.